Lo que se conoce actualmente como el edificio del Ministerio de Agricultura, constituyó en años pasados el Palacio de Fomento, y de ahí que sea más conocido como Antiguo Palacio de Fomento.
Edificado frente a frente con la ahora magna estación de Atocha, cuando su construcción empezó, por los años 1881, frente a la primitiva estación que era sólo un aparcadero de contados carruajes y el famoso tren A.Z.M. que abarcaba la ruta Alicante, Zaragoza, Madrid. Sobre el solar que ahora vemos el Palacio, se habían proyectado los cimientos de lo que sería la Escuela de Artes y Oficios.
Los planes cambian y se edifica el Palacio de Fomento, sobre un solar que recibe a dicho Palacio, un cuarto de calderas cuya estrella era una gran chimenea que aún hoy se puede identificar, y una gasolinera. Todo esto vallado, con una alta verja que mantiene una contante con estípites de Minerva, la Diosa de la sabiduría y las artes, que parecen custodiar el palacio.
El arquitecto que fue encargado para este proyecto fue el famoso Arquitecto Ricardo Velázquez Bosco, que ya había realizado el Palacio Velázquez en el Retiro, más conocido como Palacio de cristal. Este sello, se puede distinguir en los patios de luces del Palacio, que tienen esas cúpulas de estructuras de hierro con grandes cristaleras que permiten que la luz se filtre de una manera luminosa y suave alimentando todo el Palacio de una luz natural.
Las esculturas que coronaban la fachada fueron esculpidas por Agustín Querol, de quien hemos hablado en nuestro Mundo Recorrido del Panteón de los Hombres Ilustres que tan sólo está a unos pasos más adelante.
Sin embargo, esas esculturas, que representan la alegoría de la Gloria, y dos pegasos con Minerva y Mercurio, por el paso del tiempo y las circunstancias climatológicas padecieron un deterioro considerable en ellas, comenzando a presentar su corrosión al grado de que una de las alas de uno de los pegasos, cayó totalmente. Además de ser peligrosas para los viandantes se notó que la obra se iría perdiendo. Es fácil identificar dichas esculturas en las primeras fotos realizadas a la fachada del Palacio, ya que se pueden distinguir las esculturas blancas, las originales de Querol, que posteriormente fueron sustituidas por las réplicas en bronce que podemos observar ahora.
Todos los detalles de este Palacio cuentan con un significado estrechamente relacionado con su objetivo inicial. Así, vemos las cariátides que presiden la puerta principal, con elementos relacionados a la agricultura y la industria.
El mármol de su interior fue traído de Italia, por la facilidad del transporte que aprovechaba la ruta A.Z.M., que llegaba a Atocha, y que desde cualquier otra parte de España, que también podía aportar el Mármol para su decoración interna, no facilitaba su transportación.
La escalera principal es iluminada por un ojo y los ventanales que permiten que la luz se filtre para poder contemplar los frescos que adornan la cúpula y los relieves contiguos. A pesar de que actualmente algunos de los ventanales han sido cegados por las oficinas que ahora ocupan, la cantidad de luz natural que este punto del edificio tiene, es perfecto para contemplar su tesoros pictóricos y escultóricos que son de una belleza infinita.
Cada fragmento del fresco cuenta con detalles y significados relacionados con la función del edificio así como la grandeza Nacional.
Con amplios y luminosos pasillos, este Palacio parece observar incansable a su vecina la Estación de Atocha en sus “ires” y “venires” de miles de usuarios que por ahí circulan cada día. Llamando la atención por su imponente fachada, algunos turistas curiosos se acercan para conocer su interior. Este Palacio puede ser visitado los sábados y los domingos, con previa inscripción ya que se realiza en grupos reducidos y con una guía que hace que la visista se más amena y sorprendente.
Los patios de luces, nos recuerdan inmediatamente aquella estructura del Palacio de Cristal, que aunque con cristal más opaco, y en metal negro, guarda una estrecha similitud a modo fraternal.
Con techos de seis metros de altura, los salones parecen inmensos, casi al grado de una decoración sencilla, que hace parecer todo más pequeño, como un magno tapete que preside la sala de reuniones y proviene de la famosa Fábrica de Tapices de Madrid, también a unos pasos de Atocha y del Panteón de los Hombres Ilustres.
Con exquisitos detalles interiores como los antiguos ascensores perfectamente conservados, los detalles exteriores, como los azulejos que embellecen aún más su muros de cara al público, este sitio es una digna morada de las más magnas muestras del Arte arquitectónico, pictórico y escultórico como una sola.
Una vez que has conocido el interior de este Palacio, nunca más lo vuelves a mirar igual desde afuera. Parece ser la huella que la belleza deja en la memoria.