A los pies del faro de Moncloa, como una callada casona, una gran construcción mira los días tranquila, guardando en su interior un tesoro que a modo de lazo umbilical conecta al Viejo con el Nuevo Mundo.
Hospedado en una construcción palaciega, el Museo de América alberga en su interior innumerables piezas de riqueza y belleza sorprendente.
Su recorrido, distribuido en dos plantas, pareciera sencillo y rápido, pero definitivamente recomendamos ir con tiempo, pues cada pieza además de ser una inesperada sorpresa, atrapa con su maravilloso trabajo.
Conservando piezas de la época Precolombina y Virreinal de América, el museo divide su contenido, para que todo su público quede saciado. Hay secciones dedicadas para los más pequeños, con piezas y museografía interactiva.
Es increíble descubrir frente a nuestra mirada piezas de un barro cocido hace más de trescientos años, cuya pintura y diseño siguen tan frescos como si hubieran sido realizados ayer.
La economía y abstracción gráfica puede llegar a maravillar a cualquiera de los interesados en el campo del diseño actual. Los textiles recuperados, descubren patrones y colores que se vuelven un documento vivo sobre la historia de tan importante elemento en nuestro desarrollo. Y la habilidad y maestría de la orfebrería en oro, deja boquiabierto a todos por su idílico brillo y la perfección de las figuras del aparente suave y muy preciado metal.
Así, el viaje a las entrañas de este Museo, se vuelve un puente de unión entre el nombrado Nuevo Mundo y el Viejo.
Por casualidad, nos encontramos con lienzos de las castas, quizá similares a los que hacían referencia en el Palacio de Tembleque, como lo contamos en nuestro Mundo Recorrido de Tembleque. Aquí, apreciamos la forma de explicar la genética por castas, asignando nombres a cada nueva mezcla, y representando visualmente las características de cada una. Estos lienzos (puedes verlo aquí debajo) se vuelven documentos que narran por ejemplo, incluso a qué se dedicaba cada casta, pues suele ser parte de la composición el modo de vida o de trabajo de las mismas.
Existen también piezas que nos narran detalles de las culturas precolombinas, como el famoso juego de pelota de la cultura Maya. Los jugadores, ataviados con protecciones en sus muslos, golpeaban con las caderas una pelota de pesado caucho, que “anotaba” por aros verticales de piedra. La cancha, un rectángulo a modo de plaza con gradas en ambos lados (los más largos), representaba también el universo. Los equipos jugaban luna versus sol, noche versus día. El equipo ganador era sacrificado y ofrendado a las deidades, pues ganar era un honor que se regalaba a los dioses. Actualmente pensaríamos que definitivamente ¡mejor perder!
Estos objetos narran parte de la Historia Antropológica que tan limitada a diarios o bitácoras de personajes anónimos, se encuentra. Aunque seguramente suponen más hipótesis que datos certeros, pues ahora miramos con nuestros ojos contemporáneos, un objeto de muchos, muchos años atrás.
De la época del Virreinato hay unas piezas cuya filigrana pareciera ser papel, o bien, un lienzo a cuyos detalles sucumbió algún pincel con tanta delicadeza, sin embargo, comprobar que es metal o madera, sorprende y llega a rozar la incredulidad sobre la capacidad artística humana.
Definitivamente visitar este Museo es conocer y descubrir mucho sobre el Nuevo Mundo, que efectivamente, nos sorprende con nuevas visiones de animales, nuevas cosmogonías o nuevas creencias. Desde una ánfora hasta un poncho, aquí se puede descubrir toda una amplia gama de objetos para uso personal o religioso funerario, con fines mágicos pero de alto valor para entender mejor aquellas culturas que por lejanas nos son muchas veces desconocidas.
Desde este Museo, un amplio puente unifica las culturas, las acerca y nos invita a querer conocerlas, saber más de ellas y maravillarnos de un orgulloso Patrimonio de la Humanidad que habla de una grandeza artística.