Encontrar el amor y contrarrestar el hambre. Iglesia de San Antonio de los Alemanes en Madrid.
Dejándose llevar por las diferentes arterias del barrio inventado, Malasaña, como lo contamos en nuestro Mundo Recorrido, nos encontramos con varios monumentos cuyas historias son sorprendentes. Tal es el caso de la Iglesia de San Antonio de los Alemanes.
Para conocer un poco más sobre la historia de este magno edificio, rebobinaremos un poco en la historia.
Allá por el año 1618, nada más y nada menos que casi cuatro siglos atrás, se funda la Santa, Pontificia, y Real Hermandad del Refugio y Piedad de Madrid, cuya finalidad era socorrer a los necesitados.
Es importante mencionar que por aquellos años, era un periodo poco fácil para la Villa, ya que azotaba el hambre y muchas enfermedades. La misión primordial de dicha Hermandad era socorrer a los pobres y a los enfermos, en las calles o en sus humildes moradas, llevando a los que lo necesitaran a los hospitales, y así evitar que los más graves murieran sin recibir los sacramentos. Para conseguir su objetivo, la Hermandad realizaba una ronda todos los días, por la noche. Esta ronda la realizaban tres frailes de la Hermandad, de los cuales uno debía ser sacerdote. También iban acompañados por un sirviente que llevaba un farol para iluminar los caminos de la Villa que quedaban sólo iluminados por la luz de la luna, y era quien también cargaba con una cesta de medicamentos, pan, bizcocho y huevos. De aquí se le atribuyó el nombre de la “Ronda de pan y huevo”.
Esta misma Hermandad creó el Colegio de la Purísima Concepción para niñas huérfanas, y fue el Rey Felipe IV quien les concede el Hospital, y la Iglesia de San Antonio de los Alemanes, así como todos los terrenos que la conformaban, para que nunca le faltara nada a la Hermandad que lo había aceptado como Hermano del Refugio, tradición que se quedó arraigada en la familia Real, y que se sigue cumpliendo.
Actualmente el hospital, ya desaparecido, deja todo el protagonismo al Colegio que aún sigue escuchando las voces infantiles a la salida de clases. A un lado, la Iglesia de los Alemanes, sigue presidiendo toda la atención, con su fachada neoclásica, en cuyo nicho, un San Antonio de piedra, porta en sus brazos, un niño juguetón y sonriente que emerge de la fría piedra.
La Hermandad continúa realizando su “ronda”, como la actual urbe se lo permite. Su comedor permite el acceso para 56 plazas a las que dan comida, aquellos que se queden sin plaza, reciben un bocadillo en la puerta. Esta ronda, es una actividad que beneficia a los más desvalidos y es puntual todos los días y sin falta.
Esta Iglesia, parece mirar estoica el barrio con sus modernas prisas y manifestaciones de actualidad, pero dentro guarda un tesoro digno de visitar.
Protegida por el portón de la fachada, que con madera maciza separa la primera cámara de la nave principal, entrar en el recinto aísla acústicamente el exterior, de este espacio que impresiona por la belleza de su interior. Con una segunda puerta acristalada que permite ver su barroco interior, provoca una ansiedad por entrar y disfrutarla.
Adornada en un rico barroco, con un retablo saturado en dorados y estofados, lo más maravilloso son los murales que llenan todos sus muros. En ellos se relatan todos los milagros de su Santo patrono. Así, es fácil reconocer algunas escenas de la vida del Santo. Y lo tenemos presente como Santo del pan de los pobres, de las cosas perdidas y como buen abogado del amor. Sabido es que existe el conocimiento general que el género femenino recurre a él, para encontrar pareja.
Este Santo, siempre se le representa con un niño en brazos debido a que tuvo una aparición santa, en la que lo visitaba. Algunas mujeres que le rogaban convencidas de que escucharía sus plegarias para encontrar una buena pareja, al verse “ignoradas” llegaban a aplicar peticiones con más fuerza, hay quienes decían que se tenía que poner de cabeza, o bien, quitarle al Niño que llevaba en brazos, y decirle muy seriamente que no se lo devolverían hasta que el amor llegase a sus vidas.
También se sabe que se colocan trece velas, o trece monedas para pedir o agradecer sus favores, esto debido a que murió un trece de junio, que es también, el día que se le festeja.
Con todo lo que rodea a la devoción del Santo, lo que es un hecho es que su Iglesia, la de los Alemanes, antes llamada de los Portugueses, es una muestra de arte pictórico que regala un deleite para la pupila. Sus pinturas son un digno escaparate museístico que contrasta con el barrio que exhibe sus graffitis en competencia. Cada uno con su tiempo. Cada cual da su testimonio. Pero ambos procuran que nunca falte ni el amor ni el pan. Porque después de todo, no sólo de pan vive el hombre.