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El capricho de una mujer. Parque Histórico de El Capricho

El parque de El Capricho es un parque y zona verde situado en el barrio de la Alameda de Osuna, en el distrito de Barajas, al noreste de la ciudad de Madrid.

Imaginemos que estamos en 1787, una mujer, Doña María Josefa de la Soledad Alonso Pimentel, mejor conocida entre su círculo de amistades como la Duquesa de Osuna, es reconocida por los mismos como gran amante del arte, de la belleza, de los intelectuales, y por ello, actúa como mecenas con algunos de ellos, gracias a su condición económica, que fue reforzada con su matrimonio con el también afín a las artes Duque de Osuna, Don Pedro Alcántara, inicia pues, la construcción de un recinto de recreo en las afueras de Madrid.

Pero alejados de los nombres rimbombantes y los títulos de nobleza, esta pareja desarrolló la idea de dicho espacio para que conjugara diferentes ambientes. Para ello, eligieron en el Distrito de Barajas, la zona de Alameda de Osuna,  un terreno de aproximadamente catorce hectáreas, considerando que una hectárea es un espacio de 10.000 metros cuadrados, podemos imaginar el amplio sitio al que nos referimos. La idea se dice que surge específicamente de la Duquesa, con la finalidad de tener un remanso de descanso para alejarse de la ajetreada vida madrileña.

Así, intenta fusionar en el mismo espacio. quizá, los jardines que fueron de su predilección. Para ello, recurre a los jardineros reales de la época, e incluso se sabe que el mismo creador de los de Versalles trabajó aportando sus diseños jardinísticos a esta “casa de campo” de aquella época.

La finca contaría con la casa principal y tres estilos de jardín entre los que figuran el francés, el italiano y el inglés.  Esta casa, conocida como el Palacio, será en fechas próximas un museo que albergará en su mayoría artefactos de la época y específicamente de la vida de la Duquesa.

Para visitar este parque  que es considerado un importante patrimonio se debe contar con que su aforo es reducido a mil visitantes por día,  así como la prohibición de bicicletas, perros o mascotas y alimentos y bebidas.  Esto es una medida preventiva que intenta compensar de alguna manera los años de tanto abandono a los que fue sometido, para asegurar su disfrute por muchos años más.

Pasando el acceso principal, se ven ruinas de lo que fue la antigua Plaza de toros,  aún se pueden reconocer estructuras de ladrillo que son abrazados por la hiedra y el césped que libre crece por esa parte. Los árboles han dominado a los muros y sólo queda un sendero que nos dirige a lo que fue la puerta trasera. Esta puerta cuenta con un medallón que ya lo anuncia con una caligrafía romántica: “El Capricho”.

Ruinas de la Plaza de Toros

Hay rumores que el nombre original según la  voluntad de la Duquesa era “Mi Capricho”, donde además “retrató” los elementos de la época que más gustaban.

Iniciemos el recorrido:

En cuanto entramos el camino a modo de senda nos dirige y presenciamos dos columnas, que parecen solitarias, alejadas la una de la otra, pero prestando atención estamos frente a la Plaza de los duelistas. Dichas columnas, sostienen en lo alto dos bustos que se dan la espalda entre sí, y efectivamente, representan a los que se batían en duelo, colocados según la distancia de ley permitida, que eran los cuarenta pasos. Aquí, ahora ya enfrentados, cada duelista con su padrino, tendría derecho a un tiro a la voz de “fuego” para limpiar su honor. Dichos duelos podían ser a muerte o simplemente herida, quedando excluidas las zonas vitales, aunque claro, eso no estaba escrito, pues una ligera variación, ya fuera del viento o bien del cuerpo que recibiría la bala, podría cambiar el resultado de simple anécdota a fatídico encuentro.

Siguiendo la vereda del camino, llegamos a la Plaza de los emperadores, donde bustos de diferentes emperadores flanquean la plaza que es presidida por unas columnas cuidadas por unas efigies, que, sobre escaleras protegen un busto a semejanza de la Duquesa.

Busto de la Duquesa

El camino, nos sigue invitando a descubrir, el jardín secreto al estilo italiano, los puentes para atravesar los arroyos que son las acequias que alimentan el verdor de este parque, las fuentes que arrullan con su agua salpicando casi silenciosa, y las esculturas de detalle del Palacio o las fuentes que hipnotizan por su sutil presencia.

Este parque se envuelve de misterio y tiene una historia de sobreviviente, pues padece la invasión francesa, al verse tomado por dichas tropas, quienes lo dejan en condiciones realmente deplorables. Aunque la Duquesa se encarga de su renacimiento, cuando ella muere, aunque queda en manos de la familia, no puede evitar la Guerra Civil, y nuevamente, sobrevive. Ese edificio, que algún día tuvo esculturas barrocas y ricas, pinturas incluso de Goya, y decoraciones románticas de la época de la más exquisita filigrana, empieza a ver su decadencia, cuando para mediados del siglo XX queda abandonado. Incluso llegar a padecer un aterrizaje forzoso de un avión en uno de los jardines, que deteriora su estructura. También se construye en él un búnker para hacer frente durante la Guerra Civil. Pero durante más de quince años, sobrevive al abandono. Se vuelve el campo de juegos de los niños vecinos, es saqueado por algunos ladrones, que se llevan algunos bustos a modo de trofeos e inclusive, fue utilizado como vertedero. En 1978 es adquirido por el Ayuntamiento de Madrid y se encarga de su renacimiento. La devuelve su esplendor y con ello, la sonrisa a la Duquesa, quien seguramente entristeció durante los años de abandono y vandalismo de su querido “Capricho”.

Hoy luce impecable, quizá como en sus primeros días. El sol se filtra iluminando sombras y verdes de magia y vida. El Templete de Baco, con sus años erosionando la piedra, le otorga esa belleza única y especial de un jardín que siendo privado, te lo prestan un rato para disfrutarlo. Respirar, pensar sentarse en unas de sus praderas o dar un paseo para ser sorprendido por las diferentes plantas que aún florean imprimiendo manchas de color, se vuelve un lujo romántico en tiempos contemporáneos.

El Capricho de una mujer, de épocas del romanticismo, quizá serían chapines o tembleques,  pero el de Doña María Josefa de Soledad Alonso Pimentel, fue el poder tener un lugar donde las musas se recrearan para que los artistas, o el alma de artista de todos, se sintiera, en este espacio, tocada por aquellas divinas manos y llevadas de paseo por la creatividad y la imaginación.

Dulce Capricho, regalo de esta ciudad, es la casa donde mora la musa de la inspiración en armonía con la belleza y la naturaleza. Visita este domicilio conocido y permítete un capricho.

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