En Alcorcón, Municipio al oeste de la Comunidad de Madrid, existe un maravilloso espacio que guarda un tesoro arquitectónico envuelto en una historia hermética de la que seguramente sería enriquecedor saber mucho más. Se trata de los Castillos de San José de Valderás. Como soldados aislados, dos grandes edificaciones se ven sorprendidas por la ciudad que ha crecido a su alrededor, pero adaptándose claro está a las necesidades de la actualidad.
Ya no hablamos de aquellos grandes salones, donde seguramente se planeaban fiestas o bailes. Así, magnos castillos, se vuelven observadores del tiempo, de la evolución y testimonios vivos de sus historias.
Dos castillos erigidos a principios del s. XX, allá por 1917, actualmente hoy, cumplen años callados, casi mudos, pero algo nos convence que su silencio sólo guarda majestuosas historias.
Su dueño, el Marqués del Vasto, fue más conocido como Marqués de Valderas, por el título de su entonces esposa Doña Isabel Arróspide y Álvarez, Marquesa de Valderas.
Planeado como vivienda particular, este recinto nos desata la imaginación al mostrarnos el exquisito refugio que significó para quienes los habitaron o para quienes llegaron incluso a visitarlo, en plan, social.
Se sabe que Don José, el Marqués de Valderas, fue asignado a esta zona, por su rango de capitanía en la Artillería. Pero poca historia más toca el exterior. Se sabe que sufrió la invasión de la Guerra siendo usado como cuartel militar. Se sabe que ha sido utilizado como plató de cine también.
Actualmente hospeda al Museo de Vidrio de Alcorcón y un centro cultural. Rodeado de un amplio parque que les otorga un espacio de intimidad para evitar un choque radical con la actualidad o contemporaneidad, las fachadas de estos castillos, aunque restaurados, conservan muchos de los que parecen ser sus detalles más antiguos.
Nos permiten imaginar historias o curiosear sobre cuánto habrán visto sus muros. Los relieves de la heráldica, siempre como un sello distintivo, y la presencia de gárgolas que, a modo de vigías de piedra han visto pasar el tiempo, son signos evidentes de su autenticidad. De haber nacido con esa estrella arquitectónica de la grandeza. De haber sobrevivido al tiempo y a la adversidad. Y hoy quizá quieran contar más historias, de aquellos quienes se acerquen a visitarlos y al menos contemplarlos.
Desde una panorámica conservan esa factura señorial, de cuento fantástico, de tierra de magia. Y entonces reconocemos que no tienen nada que envidiarle a los íconos que seguramente se inspiraron en la grandeza de estos mellizos.
Los atardeceres son bien recibidos en este entorno. Una construcción modernista y próxima sirve de espejo al sol, que viene a despedirse de los Castillos puntual cada tarde. El viento parece doblar en este sitio y ayuda a que las banderas, que como todo Castillo, deben lucir, ondeen orgullosas.
La torre circular nos intriga con la circularidad de su interior. Como en los cuentos de fantasía, aquellas habitaciones circulares retan nuestra común decisión por lo cuadrado. Las almenas juegan con la luz y nos regalan paisajes geométricos. Sus ventanas, sus portones, sus accesos, son todos, a pesar de la adaptación a su rol de sitio público y cultural, los límites con la grandeza.
El sol se queda un rato para contemplar los juegos de su luz en la piedra, y la gente que pasea por lo que ahora rodea a estos mellizos, que es un parque con posibles edificaciones de carácter social, suele fundir el paisaje con estos gigantes.
Cuántos secretos esconden estos castillos. Cuánto silencio y cuánto tiempo los rodean. Ojalá algún día alguien nos contara más de ellos, por ahora, tendremos que conformarnos con la imaginería de cuentos, de grandes salones, de bailes y mascaradas. Con un paseo al atardecer fantaseamos sobre historias, batallas, cuentos, hadas y militares. En el mismo libro encontraremos de todo. Y eso hace que este encuadre sea aún más fantástico.
Estos gigantes son de los castillos mejor conservados. Entra en nuestro Mundo Recorrido de Torrejón de Velasco, y descubre cómo es el caso de un gigante que tiene mucha historia, pero les cuesta seguir soportando el paso del tiempo. Nosotros somos los testigos de sus pasos. Contribuyamos a su difusión turística para fomentar su conservación.