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Lugares abandonados: La iglesia de San Pedro Apóstol en Polvoranca

La leyenda de las llaves del reino “maldito”. La iglesia de San Pedro Apóstol en Polvoranca.

San Pedro, según la religión católica, es el guardián de los Cielos, y por lo tanto, es quien tiene las llaves de estos. Muchas han sido las ermitas e iglesias dedicadas a este apóstol, pero ninguna encierra tantos misterios como la Iglesia de Polvoranca.

Ubicada geográficamente entre Leganés, Fuenlabrada y Alcorcón, sobre un llano valle alimentado por arroyos que no aseguraron con ello el riego de los huertos y el desarrollo de la comunidad, Polvoranca se estableció como un asentamiento humano que se diluyó dejando un conjunto de leyendas e hipótesis que actualmente se mantienen resistiendo al paso del tiempo, aumentando la intriga.

Como toda leyenda, en esta, ya comienza la incertidumbre sobre su origen certero y el significado de su nombre. Nosotros nos decantamos, debido a sus condiciones topográficas, PALUDEVERANIKA por la etimología latina del nombre PALUDEM: ciénaga, pántano VERANICAM: lugar de pasto primaveral; y su primer establecimiento cronológico a partir de la época de la Edad del Hierro.

Pero, ¿qué ocurrió para que este asentamiento quedará desierto dejando vestigios de su grandeza? Aquí se añade otro misterio más: hay versiones que describen epidemias que hicieron que la población además de disminuir, huyera a otros sitios. Es una hipótesis que parece explicarse por las condiciones físicas del entorno, ya que debido a la abundancia de mosquitos por las zonas de agua que le rodean, el paludismo podría ser una epidemia factible. De este episodio, nace que adquiriera una fama que le diera el adjetivo turbio de maldición.

Y los misterios continúan, cuando el olvido y el tiempo hicieron su labor arrasando con el pueblo, excepto la Iglesia, que prestó resistencia, he incluso fue vivienda improvisada, hasta que el abandono se hospedó definitivamente en sus muros. Pero no se mantendría tan silenciosa y callada, pues cuando algunos de sus muros cedieron vencidos y se derrumbaron, nuevos misterios asomaron al encontrar cadáveres humanos “emparedados” que dieron indicios de que la construcción pudo haber sido vivienda de una familia poderosa, por los atavíos de los cadáveres de género masculino. También fue encontrado, en otro de los muros, un cadáver humano femenino, que según se cuenta, aún presentaba características de su fisonomía poco corroída por las condiciones y mantenía una larga cabellera.

Se sabe que la práctica de enterramientos en iglesias, fue prohibida por las enfermedades que se transmitían, creando para ello los cementerios, generalmente a las afueras de los poblados. Recordemos la historia de Torrejón de Velasco y sus lápidas en la iglesia.

Volviendo a la estructura de la iglesia de Polvoranca, cabe destacar que fue construida con tabique toledano y por desgracia muestra muchas heridas del abandono. Una de ellas, es una herida simétrica en su fachada, que nos muestra su gesto resignado, a que un día, simplemente su rostro se borre. También se sabe que el escudo del terreno feudal, que describía gráficamente, como se hace en la heráldica, las características emblemáticas del mismo, descansaba sobre uno de los muros de los que hoy sólo quedan restos.

Iglesia de Polvoranca

Pero su arquitectura, como juego matemático y reto de la física, es un claro ejemplo, al ver la colocación de los tabiques, de la perfección o lo cerca que estuvo de ésta. Imbricados en una red modular, fueron colocados cada uno de sus elementos de manera que forman un red de moiré si la óptica nos lo permite. Es de mencionar, la belleza que conserva, al imbricar sus ladrillos, como el plumaje de un ave, que, de manera natural, algún día abrirá el vuelo.

Y el misterio aún tiene más episodios, como San Pedro, que tiene llaves para los Cielos. Hay una leyenda que ronda todos estos vestigios, que habla de un tesoro perdido en el terreno. Las famosas “tinajitas”, eran botijos o tinajas, donde las familias reunían todas sus cosas de valor, principalmente monedas, para evitar los saqueos ocurridos durante la Guerra Civil. De todos los posibles, hay uno que menciona estrictamente una cifra (60 metros), una dirección (al Este) y una ruta (subterránea de altura reducida) que conducen al tesoro. Quién pudiera tener la llave para abrir el cielo, o el acierto de encontrar las “tinajitas” de las que tanto hablan.

Esta iglesia, como funambulista sobre el alambre, nos tiene en vilo sobre el desenlace. ¿Llegará hasta el otro extremo? ¿Caerá al “vacío”? Nada nos revela del todo lo certero.

Hay quienes dicen que en el lugar se escuchan los lamentos de las almas que quedaron presas en aquellos muros sin un descanso eterno. Hay quienes dicen que se escuchan los balidos de los rebaños de ovejas que solían transitar en otros tiempos. Si le preguntáramos a Nazarín, sólo sabría decirnos que probablemente no serían rebaños de ovejas, sino de mulas, como el juego de palabras de Galdós describe.

Ojalá, con esos seis pares de mulas, como describe Galdós al habitante de Polvoranca, pudiera combatir el tiempo y arrancarle de sus garras esta pieza arquitectónica, que hace desear ser ave, para volar en sus entrañas, ahora ya tan nerviosas para cualquier paso.

Lo único que sabemos, es que esta iglesia, con San Pedro como su patrono, tiene con él la decisión de atar o desatar este misterio a la eternidad o al olvido del adjetivo maldito.

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