Una isla con muchas sorpresas
Identificada en el archipiélago canario como la isla más alargada, Fuerteventura goza de modo similar al de sus hermanas, la otras islas, de una variedad de paisajes que sorprenden gratamente.
Desde sus playas de agua cristalina y arena clara hasta las imponentes dunas, se atraviesa por una amplia gama de paisajes.
El arribo a la isla, ya desde la ventanilla del avión, se vuelve una clara maqueta increíblemente definida con sus olas en constante movimiento, pues se reconocen como pequeñitos trazos repetitivos dirigidos a las orillas y las montañas de la isla como caprichosos pliegues del pañuelo que una dama ha deslizado al suelo, el paisaje ya invita a ser recorrido.
Una de las características de la zona, es sus ráfagas de viento (el nombre no es tan alejado) tan oportunas para los deportes acuáticos de sus costas. Y a ello debemos también la formación azarosa de las dunas que ofrecen siempre una cara distinta.
De punta a punta la isla suma pocos (relativamente) kilómetros. Es decir que en un día se pueden planear dos o tres sitios para visitar contando con tiempo para cada uno y pudiendo disfrutarlos.
En Corralejo, la parte norte de la isla encontramos un puerto en armonía con playas de gran concurrencia turística. Existen grandes extensiones de playa y es común encontrar en las más abiertas unas construcciones circulares de piedra a modo de pequeñas fortificaciones que son muy utilizadas para esquivar los fuertes vientos que hacen que tomar el sol parezca lo más similar a rebozarse lentamente. Sin ese refugio, en los días de más viento, es común que la arena vaya enterrando poco a poco la toalla, y espolvorea la piel.
Es también por esta zona, donde pueden encontrarse las Dunas de Corralejo que son más impresionantes en persona. Su arena callada en aparente quietud genera escenarios que parecen ficticios. Es como si el mar se extrapolara y las olas se materializan en olas que caminan lentas, pero dejan su huella a modo de perfectos diseños en la arena. El pincel del viento, traza los patrones llenando el lienzo de sorpresa.
Si continuamos por esta ruta, se pueden encontrar más playas, en su mayoría todas preparadas para una estancia cómoda y segura.
En Puerto del Rosario, como capital e la isla, se encuentra como su nombre lo anuncia un importante puerto donde los ferrys que parten o llegan, al igual que los cruceros que atracan por horas o por días, modifican el paisaje. Es todo un evento ver cómo estas naves soportan tanto peso, transformando el agua en camino. Recomendamos la Tasca el Perenquen, un sitio acogedor, cómodo, que permite contemplar estas llegadas y salidas del puerto desde su salón terraza.
Continuando hacia el sur, se puede llegar a la playa Pozo Negro, playa de cantos rodados negros, que contrasta con un azul denso de mar. En esta playa se pueden encontrar sitios para consumir productos que los pescadores del sitio traen fresquitos del mar.
Atravesando la isla en lugar de seguir descendiendo, llegamos al corazón de ella, permitiendo la llegada a Antigua, Betancuria, La Oliva y muchos otros poblados, pequeñitos de fácil recorrido y sutil encanto. En todos se descubre un encanto: hipnotizan y se agradece tener la oportunidad de recorrerlos.
Rumbo a Betancuria se puede acceder a Morro velosa, que es un mirador con una vista increíble de esta isla a nivel maqueta. Se puede vislumbrar los campos, decorados con estas montañas variadas, y a lo lejos, en el horizonte irregular por los picos de éstas, el mar en contacto con el cielo. Un panorama de ensueño.
Inmediatamente, al descender se pueden encontrar las esculturas de Guise y Ayose, considerados los gobernantes de la isla al momento de la invasión europea. Estas figuras realizadas por el artista Emiliano Hernández, lucen como los guardianes del valle de la isla. Como dos titanes de bronce, se mantienen atentos, vigilantes de su reino canario.
A unos pocos kilómetros descendiendo en el valle, llegamos a Betancuria, considerada Villa Histórica. Este asentamiento ha sabido explotar la autenticidad de la arquitectura típica permitiendo que la visita sea como un pueblito de película. Sitio ideal y recomendable para realizar una merecida parada gastronómica. Recomendamos ampliamente Casa Santa María, que con una exquisita carta y un agradable ambiente permite repostar el estómago y el alma. La decoración de su barra, donde también se puede tomar un café o una caña, hace referencia a las cabras, como animal típico de la zona, con un decorado de cencerros antiguos, o no tanto, de una manera muy original y rústica. El piano del acceso al patio es otra de las joyas y detalles que este sitio comparte amigablemente, invitando a que uno se sienta en un viaje en el tiempo. Las patatas con mojo picón, el queso de cabra y una milhoja de queso que se puede elegir entre caliente o fría, son algunos de los entrantes que prometemos, no les decepcionarán. El queso es exquisito.
En La Oliva, podemos distinguir la “Casa de los Coroneles” como un verdadero palacete canario del s. XVIII. Una interesante edificación que se construyó contemplando la funcionalidad de la misma. A modo de un cortijo, contaba también con sus fierras para cultivo, caballerizas, etc.
Y siguiendo la ruta llegamos a El Cotillo, que tiene una playa de aguas cristalinas increíble y un castillo con un nombre muy peculiar “El Tostón”. Su edificación es circular y aprovechando piedra endémica la fortaleza aseguraba su resistencia. Y hasta hoy está en pie.
Desde este punto se vislumbra un horizonte limpio, donde los azules del mar y el cielo, viven juntos, pero sin mezclarse. Para hacer otra parada técnica, aquí en El Cotillo, recomendaremos “Corso Oliva” por su calidad, servicio y ambiente.
Por este rumbo se encuentran cercanos Lajares y Majanicho, ambos con un ambiente muy relajado y extensiones breves que son fáciles de recorrer. Precisamente cercanos a estos puntos se encuentra la “playa palomitas” que es un sorpresivo edén de cine.
Fuerteventura es, sin duda, una isla de fuertes vientos, con grandes aventuras que no os dejará indiferentes y os hará vivir la mejor película de sus vidas: la propia.