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Torrejón de Velasco: El castillo que se resiste a descansar

Al Suroeste de la Comunidad de Madrid, existe una villa con un encanto muy particular: Torrejón de Velasco.

Este pueblo, toma nombre de Don Lope de Velasco, quien al contraer nupcias con una de las hijas de Don Gonzalo Ruiz, quien era el dueño de esos terrenos que antiguamente se llamaban Torrejón de Sebastián Domingo, cede a modo de dote de la novia.

Así, como un pueblo sencillo, discreto y callado,  Torrejón de Velasco te puede sorprender con sus múltiples monumentos camuflados bajo ese manto de discreción ya mencionado.

Si visitas esta geografía te aseguramos que el paseo agradable está asegurado. Con calles tranquilas y pequeñas, casas bajas y ventanas típicas de postigos coloridos de identidad, Torrejón de Velasco se adapta al tiempo y presume su pasado con visión de cara al futuro.

Nuestra llegada a este pueblo fue porque a la distancia, una torre con una estructura vecina como de una estructura de castillo, llamó nuestra atención. Al acercarnos, nuestra curiosidad se vio premiada con un Castillo en ruinas pero aún con vestigios de magnanimidad, que parece resistir al tiempo, y su pueblo trabajar con él para ayudarlo a resistir.
Edificado sobre un terreno llano,  con dimensiones aparentemente moderadas, sus accesos aún muestran esos arcos ojivales que delatan lo exacto y resistente de la arquitectura. Esta estructura, con más de cinco siglos a cuestas en sus anchos muros, sigue en pie, pero agotado. Resistiendo al tiempo, a los siglos. Se sabe que fue edificado en este punto, porque el pueblo era el que floreció en las partes más bajas, formando un faldón, que desde este punto era completamente visible. También se sabe que hay indicios de que en algún momento contó con un foso a modo de protección, aunque hoy en nuestros días sea ya sólo de imaginar.

Castillo de Torrejón de Velasco

Considerando que, incluso, ha sido una fábrica jabonera, una hilatura de lana, almacén de maquinaria agrícola y ganadera, fue también testigo directo de la Guerra Civil,  pues  hay indicios que parecen dar muestra de ello, ya que parece presentar impactos de armas en algunos de sus muros, como evidencia  palpable. Aún con su versátil trayectoria, este gigante se yergue cansado pero aún en pie. También mencionaremos que padeció un incendio muy violento durante una de las batallas de los comuneros, que arrasó con gran parte de la estructura del castillo y dejó debilitada la que se mantuvo en pie.

Afortunadamente, existe la conciencia de querer mantener este monumento.  Por ello, se ha intervenido para evitar que sea víctima del vandalismo,  y  que al menos sus vestigios dejen de rendirse y precipitarse con la ayuda de una placa de hormigón que sujeta a contrapeso los muros de una de las torres más conservadas. Con sus ventanas restantes apuntaladas y los accesos prohibidos, esta estructura toma el sol, se da baños de lluvia y pelea con las ventiscas, demostrando que no en vano, se cumplen más de cinco siglos.

Curioso dato de este Castillo es también el de sus guardianes emplumados, que como fauna ibérica, hacen presencia. En lo alto de la torre mejor conservada, una cigüeña observa todo el movimiento cotidiano. Parece registrarlo todo. Los cernícalos revolotean constantemente confundiéndose con otras aves quizá, pero han encontrado en los huecos de este monumento su hogar. Considerando que, a diferencia de la gran vigía, estos rapaces no hacen nido, por lo tanto, han encontrado en algunos recovecos el cobijo que este gigante les ha podido regalar.

Después de este descubrimiento arquitectónico y la gran fortaleza que representa, es una buena decisión dejarse llevar por las calles del pueblo que puedes recorrer perfectamente caminando.

Así, comprobarás la estructura típica del pueblo, con su plaza principal presidida por el Ayuntamiento, y los principales lugares de reunión de la gente. Con un jardín de cuidada flora, un homenaje al campesino de labranza (que puedes ver en la imagen de debajo), ataviado con sus herramientas, sus ropas de trabajo y bien armado con agua para saciar la sed, en las jornadas largas mano a mano con los campos, mira y contempla el ir y venir del pueblo. Si abres apetito, “Casa Goyo», ubicado también en este punto,  puede resolver la situación. Con una comida casera de exquisito sazón y bastantes mesas en salón o en terraza, podrás recargar combustible para seguir el paseo. Así también notarás la constante urbanística en la parte que pareciera ser la más antigua, con casas bajas de paredes blancas y balcones o ventanas con herrajes forjados de antaño.

Estatua homenaje al campesino de labranza

Existe también una Plaza de la Hispanidad, sencilla y acogedora, que homenajea a los personajes célebres del pueblo, así como a aquellos hombres y mujeres, que de alguna u otra forma estrecharon lazos con el nuevo continente.

En esa misma plaza podemos encontrar una placa conmemorativa de la fuente que se alberga en la misma y nos remonta al año 1775, con lo que nuevamente comprobamos que este pueblo tiene mucha historia a cuestas.

Otro sitio maravilloso que descubres caminando por las calles de Torrejón de Velasco, es el Museo del Aceite de Oliva Casa Grande, donde puedes ver los instrumentos de recogida, prensa y procesamiento para obtener el preciado líquido, también llamado el oro verde. Como indicio de un antiguo cortijo, este sitio muestra detalles sorprendentes del proceso que toma realizar aceite de manera no industrial, y es seguro que ya no volverás a usar el aceite sin recordar alguna de aquellas imágenes.

Y nuevamente, contigua al Castillo, está la Iglesia de San Esteban Protomártir, que data también de aproximadamente el año 1400, aunque es una estructura que agradece su vigencia por las modificaciones y ampliaciones padecidas, cuenta con dos lápidas del cementerio antiguo, que datan de fechas que rondan el siglo y medio y de antigüedad.

Lápida del antiguo cementerio junto a la Iglesia

Torrejón de Velasco encierra muchas opciones por si quieres hacer un recorrido rural, un recorrido museístico, o simplemente recorrer un sitio con encanto. El encanto de Torrejón de Velasco es ese peso del tiempo y años que su geografía encierra, conjugado de manera sostenible de cara al futuro, para que el tiempo no arrebate los monumentos que hacen que el espíritu de resistencia tenga un claro ejemplo. Como ese gigante que aún cansado se resiste a sucumbir, seguiremos contemplando los campos con color de junio en sus frutos.

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