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El remanso de los capítulos de Historia. Ocaña, Toledo

Un municipio con múltiples capítulos históricos pero de contemporáneo sello medieval.

Ubicada al Norte de la llamada Mesa de Ocaña, su villa, homónima, cuenta con capítulos de Historia que pueden sorprender a aquellos que curiosamente la lleguen a descubrir.

Como yacimiento humano, o villa se tiene la firme convicción de que tuvo asentamientos de carácter romano, que le atribuyeron una gran relevancia y notoriedad que permanece hasta nuestros días.

Arquitectónicamente, podemos distinguir un trazo geométrico en su estructura urbana, ya que es muy fácil distinguir grandes palacios, conventos e iglesias aún conservados, y la presencia de grandes casas que cuentan sólo con su fachada, capítulos históricos por ejemplo, cuando en algunos de ellos, es fácil encontrar el escudo de la familia que lo habitó tallado en piedra, como se usaba antaño, para la distinción familiar en el campo arquitectónico.

Todos esos detalles que hoy se mantienen atentos al movimiento contemporáneo, permanecen adornados además por las grandes personalidades que aquí han encontrado asilo. Así contamos por ejemplo, aquel capítulo en el que la reina, Isabel La Católica, fue exiliada a esta Villa, donde gracias a sus fieles de confianza, conoce a Fernando de Aragón, con quien contrae nupcias y añaden con su alianza más capítulos a esta nuestra Historia.

Tal y como lo hemos contado en nuestro Mundo Recorrido de las fuentes de la eterna juventud de Ocaña, existen en esta villa monumentos que además de sorprendernos con su grandeza arquitectónica, nos regalan trozos de capítulos que nos permiten armar en nuestra cabeza con gran magnitud, la historia que muchas veces pasa cerca de nosotros y no estamos tan atentos a ella.

Entrar en Ocaña y permitir que la ciudad te guíe es la mejor opción. Sugerimos escoger como punto de partida la Plaza Mayor, cuya belleza geométrica permite iniciar el recorrido por cualquiera de sus salidas, ya que desde este punto es de donde inician las calles más antiguas e importantes del casco antiguo de la ciudad.

La Plaza Mayor, nos prepara para el recorrido brindando una deleitable prueba de simetría y arquitectura que, en perfecta armonía, embelesa por la sencillez con la que se erige magna.

Con unas calles angulosas, se permiten vislumbrar palacios o conventos, haciendo de nuestra vista y los callejones de nuestra guía, un paseo misterioso y que seguro será del agrado de los más aventureros, cuando vean su curiosidad premiada por edificios cuyas fachadas narran por si solas, la grandeza del tiempo y de la humanidad.

Arquitectura sorprendente, elegante y como un poema, llena de metáforas, con una gran carga simbólica cuyo objetivo se ha logrado: seguir transmitiendo su mensaje original, el que le fue escrito en su piedra labrada.

Así, es constante parar ante los mensajes de las fachadas de sus palacios, sus casas, sus conventos y monumentos, para añadir más a nuestro bagaje histórico.

Otra de las sorpresas que la Villa nos guarda, es la existencia de su Rollo de Justicia. Estos monumentos solían establecerse a la entrada de las villas para indicar su característica de villa de propia jurisdicción. El de Ocaña, se sabe que se edifica al formar parte de la Orden de Santiago. Aunque se sabe que el que podemos contemplar es copia de original que databa del siglo XV, el monumento no pierde importancia y belleza, además de estar emplazado en compañía con el teatro de Lope de Vega y su cercanía con el Museo Arqueológico de Ocaña.

También cercano a este punto, se puede contemplar el Palacio de Cárdenas, cuya arquitectura arrebata la atención, con sus múltiples detalles de belleza y perfección. Aquí, teníamos que mencionar la anecdótica presencia de la “s” tumbada, que se puede identificar en muchos sellos distintivos del palacio, y que recuerda, según cuentan, cuando le fue presentado a Isabel la Católica Don Fernando de Aragón, a quien para distinguirlo de otros caballeros, fue señalado por Don Diego Gutiérrez Cárdenas, como “es ese”.

Siguiendo nuestro instinto aventurero, Ocaña es un mapa de curiosas estampas, donde ventanas calladas miran el paso de los viandantes. En estas rutas podemos coincidir con edificaciones que nos sorprenderán como el convento de Santo Domingo (en la imagen principal), cuyo atrio se vuelve un jardín de lavanda que inmediatamente al recorrerlo invade el olfato y nos sumerge en una atmósfera diferente. El atardecer avisa su llegada y tiñe la villa con tonos dorados y agradecidos.

La Plaza Mayor y sus vecinos invitan a tomar el fresco con un respiro tranquilo en sus animadas terrazas. El día va preparando su despedida. Los tonos dorados del sol van deslizando sobre las buhardillas de la geométrica Plaza, la iluminación artificial la maquilla con sutil belleza. Pareciera que sus capítulos de Historia también se preparan para descansar. Ocaña nos despide con la siempre abierta invitación de volver pues hay aún mucho de ella que descubrir, leer y conocer.

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