El rompecabezas antiguo que perdura en nuestro presente. Carranque y sus exquisitos mosaicos
El sorprendente arte del mosaico. Digna manifestación de la abstracción de lo que vemos, convertido en retículas y módulos geométricos.
Desde pequeños tenemos contacto con los rompecabezas que permiten que nuestra capacidad espacial y visual se desarrolle. El hecho de fragmentar una imagen en módulos para reconstruirla puede parecer un buen entretenimiento. Sin embargo, imaginemos un rompecabezas del tamaño de un salón, de una gran habitación o incluso de un jardín. Las piezas, elaboradas o seleccionadas de piedras, aseguran la permanencia del rompecabezas finalizado. Esta arte en gran dimensión, es la que actualmente conocemos como mosaico.
Algunos mosaicos fueron elaborados directamente con cantos de similares dimensiones que eran divididos por colores y distribuidos sobre las figuras delineadas, que poseían sombras claramente definidas, por las diferentes tonalidades de dichos cantos lograron imágenes de suma belleza una vez finalizados. Otros, eran realizados con piezas elaboradas previamente cortadas a una medida definida, a modo de primas generalmente rectangulares.
Existe un escrito de los más antiguos conocidos, que describe las características de la agricultura en tiempos pasados, hablamos de los primeros siglos de la era cristiana. Este escrito es el Tratado de Agricultura de un autor que se reconoce como Paladio. Un exquisito e interesante texto que escribe también sobre las construcciones en el campo. Menciona la importancia de considerar los elementos imprescindibles en dicho espacio, que son el agua, el aire, la tierra y la labor. Mediante un listado de aspectos a considerar, o bien, a seguir, podemos comprender las edificaciones o yacimientos que hasta hoy perduran. Tal es el caso de Carranque.
Carranque, municipio de Toledo, tiene en sus terrenos, un yacimiento romano cuyos mosaicos son muestras magnas de diseño. Con un nombre que hace alusión a las piedras que tanto abundan por la zona, Carranque, antiguamente conocido como el bajo y el alto, el de Yuso y el de Suso, tenía también zonas con esta misma nomenclatura. Tal es el caso de Santa María de Abajo, que se situaba a orillas del río Guadarrama, y consistía principalmente en campos de labranza. Dichos campos guardaban en su dermis de tierra, un tesoro descubierto de manera casual por labradores de la zona. Se dice que asomaron aquellos dibujos, al intentar preparar la tierra para el cultivo y entonces se cosechó Historia, de nuestra siempre aliada labor, la agricultura.
Los primeros mosaicos volvieron a ver la luz en 1983, asomando en su mayoría intactos. Asombrando en número y en su cercanía de unos con otros. Se había descubierto la estructura de una vivienda que era donde lucieron sus años de esplendor. Con ellos se reconstruyó un capítulo de la grandeza de la zona. Uno que data además del siglo VI d. C.
Como Paladio recomendaba en aquel antiguo tratado, las edificaciones rurales, cercanas a los huertos de labranza, debían ubicarse en la parte más alta del campo para disfrutar de las mejores vistas, contar con la cercanía del agua, para asegurar su abastecimiento, y rodearse de tierras fértiles, cuya labranza asegurara el sustento de la villa. Además, si bien menciona, la edificación, siempre estará en estrecha relación con el dueño de la Villa, reflejando así su riqueza e importancia.
La villa adornada con estos maravillosos mosaicos de pequeños prismas rectangulares, nos cuentan una historia. Una distribución arquitectónica de avanzada tecnología. Con un sistema de calefacción que protegía la vivienda de las bajas temperaturas, también su distribución y su edificación de anchos muros proporciona la frescura en épocas cálidas. Por desgracia, la villa en cuanto a sus muros, no sobrevive actualmente, pero los basamentos de sus muros, nos permiten una acercada reconstrucción. Ideada similar a una corrala, la casa se desarrolla en torno a un patio central. Cada habitación, cada pasillo seguramente decorado con exquisitos muebles, al menos nos ha dejado la belleza de sus suelos con esos mosaicos que simulan perfectos tapetes que nos intrigan sobre la vida de quienes los disfrutaron, los limpiaron, los idearon, o simplemente los recorrieron para llegar de un cubículo a otro (habitaciones). Cada habitación o espacio de la casa contaba con un mosaico que lo definía, quizá por adorno, o quizá como un código, a modo de estrategia como lo hicieron en el Búnker del Capricho tal y como lo contamos en nuestro Mundo Recorrido del Búnker de El Capricho. Algunos restos murales nos indican que contaban con una decoración similar a los mosaicos en las paredes, pero de carácter solamente pictórico, con lo cual es de imaginar que aquella casa, sorprendería por su belleza y voluptuosidad, además de su obvia comodidad.
Cada uno de los mosaicos, engrandece el cubículo que adorna, ya sea un pasillo, la cocina, o un dormitorio, el conjunto modular logra unos diseños geométricos de inmensa belleza, los colores tenues parecen revivir con nuestro interés, pues el ojo salta buscando e identificando las formas que los pedacitos de piedra cuidadosamente cortados y alineados, definen.
Gracias a la investigación del yacimiento, se han podido identificar las escenas representadas en algunos de los mosaicos y su relación simbólica con el espacio o el dueño de esta villa. Así, podemos observar una lucha de Teseo contra un jabalí, acompañado de dos perros, que curiosamente aparecen identificados con sus nombres. Detalles que sorprenden. Otro detalle de este tipo, es la “firma” de los creadores de estos mosaicos, que no es un hecho común y hace que uno al identificarlo pueda sentir esa magia de descubrir, ese sentimiento de arqueólogo, o aventurero que seguro todos tenemos dentro.
Se puede intentar describir cada uno de los mosaicos de esta villa, pero sería una descripción larga y seguramente incompleta, pues la belleza de estas obras no se puede captar en letras. Los ojos no pueden siquiera dar abasto a tantos diseños, tantos juegos de líneas, tantas armonías de color. Sólo queda en el cuerpo ese soplo de majestuosidad por ser de los privilegiados para poder contemplar estas joyas, que sin ser preciosas por naturaleza, el hombre les atribuyó a la vez que la belleza el don de la eternidad.