En este artículo os hablamos sobre el búnker de El Capricho, un lugar interesante para visitar y muy poco conocido, ubicado en el Parque de El Capricho, en Madrid.
En aquel hermoso “Capricho de una mujer” como lo contamos en nuestro Mundo Recorrido de “El Capricho”, existe un lugar que representa un capítulo de la Historia de la Humanidad que es importante tener presente: El Búnker de la Posición de Jaca. Búnker construido durante la Guerra Civil Española.
La palabra Búnker, proviene del inglés, y denominaba así los almacenes de carbón de los barcos. Considerando que era un sitio que debía mantenerse bien protegido para conservar seco aquel recurso, fue adoptado por el alemán para designar un sitio empleado como refugio aunque modificando su significado, o adaptándolo a lo bélico o ante catástrofes naturales.
De suma importancia por su estado de conservación, el Búnker de El Capricho, como es más conocido, se vuelve un documento de ladrillo y frío que da testimonio de una etapa que sólo parecía estar registrada en papel.
Construido en 1937, se rodea de leyendas sobre su construcción, sobre tecnologías extranjeras que intervinieron o se propusieron para conseguir mejores resultados, sin embargo, esta construcción fue ejecutada con tecnología nacional y en un tiempo récord de dos meses. Aprovechando el follaje que el Jardín de El Capricho brindaba, otorgaba el camuflaje perfecto para el búnker. Consideremos que debido a su cercanía con el aeropuerto de Barajas, era un punto constante en la mira de los pilotos enemigos que sobrevolaban la zona, porque significaba una ruta de salida inmediata para los perseguidos, al poder acceder rápidamente al mismo. Tenía que ser una operación-hormiga, realizada sigilosamente pero constante y rápidamente.
Los materiales de procedencia española, reiteran su origen. Con esa presencia del ladrillo, se intentó recordar construcciones, quizá, de tiempos mejores.
El Búnker fue diseñado a una profundidad de nada más y nada menos que quince metros bajo tierra. A esto se debe la variación de temperatura que se experimenta al recorrerlo. Con una forma rectangular, lo componen siete conjuntos distribuidos asimétricamente sobre un mismo pabellón. Se conoce que cuenta con diversas salidas de emergencia al parque, por lo que es probable que si te dejas llevar por aquellos hermosos jardines coincidas con alguna de ellas.
Se dice que su construcción prevenía ante bombas de cien kilos, aunque como todo Búnker, no era invencible, para ello se diseñó un código interesante e inteligente que evitaría ser descifrado por el enemigo de primera instancia: el suelo de cada estancia es diferente. Con esto, se hacía espacialmente un mapa de cada habitación. En caso de emergencia, si el búnker colapsara y fuera imposible identificar dónde se hallaban, bastaba con mirar el diseño del suelo para ubicarse y saber cuál era la salida más inmediata.
Su diseño también se distribuye en ramificaciones geométricas, para impedir que cualquier colapso inmediato en sus accesos afectara directamente el refugio. Mediante la variación de ángulos de sus accesos amortiguaba y debilitaba los impactos que aún eran resguardados con puertas blindadas de metal infranqueable, al menos por mano humana.
Recorrer sus pasillos invade de frío el cuerpo. El pensamiento se encierra en un Búnker de ideas. Tener la sensación de refugiarse, la diatriba de vida o muerte, la lucha, la adrenalina, el miedo. Estas paredes parecen ser tristes testigos de algunos sentimientos. Aunque en la época en la que el parque padeció el olvido y el abandono, este Búnker era en laberinto de juegos de los por aquel entonces niños del barrio, quizá sólo en esas épocas sonrió un poco. Se sabe que también fue utilizado como plató de cine, para la realización de algunas películas. Aún así, había poco por qué sonreír. Abandonado o ignorado, sus únicos visitantes, lo veían como un imperio de juegos, y apenas hasta hace algunos años se vuelve documento arquitectónico e histórico de un episodio del que esperamos haber aprendido.
Os dejamos un relato que parece ser contado por aquellos pasillos con la música de la humedad que es su única compañera.
18 de julio, 1936.
Tendría que ser un día feliz. Era mi cumpleaños, por fin los esperados 18. No hubo tarta en casa, pero celebraciones mayores se anticiparon. La Guerra fue declarada.
Los periódicos comenzaron sólo a rumorear con humor sobre “los pajaritos”. La ciudad se volvió un muro humano de resistencia. Lo normal era ver sacos de arena protegiendo fachadas o monumentos.
Santos (Yubero), el amigo de mi hermano me había invitado a ir con él y aquel artefacto nuevo que como con magia lograba instantáneas del tiempo. Yo preferí unirme a la resistencia de otra manera. Sus fotos servirían para documentar todo lo perdido por aquellos años.
Yo fui asignado como imaginaria en un Búnker secreto, escondido en un parque que parecía un cuento, con flores y esculturas de museo. Mi puesto, era el de guardar todas las armas en la primera instancia del acceso Norte. Era un cuarto de menos de dos por dos. El suelo con aquellos diseños geométricos me recordaban el suelo de casa de la yaya. Mi yaya. Extraño tanto sus torrijas. En mi bitácora sólo puedo apuntar lo relevante: la hora de entrada del cuartel, la hora de salida de tropas, la hora de posibles “pajaritos”, la duración de bombardeos cercanos. Todos estos apuntes imagino que perdurarán. Que alguien, alguna vez los leerá. La vida de la Guerra te vuelve hostil. Las palabras se endurecen, y cuesta entablar charlas. Los fusiles de cerrojo eran mis únicos compañeros. Mi labor es vigilar durante mi jornada. Cualquier ruido se vuelve un enemigo. Desconfío hasta de la humedad que se filtra casi callada, pero en este tenso silencio, todo es un posible enemigo.
Los días pasan y lo que tenía que ser una lucha contra el enemigo se convierte en un fratricido. Luchamos contra nosotros mismos. Nadie gana. Todos pierden. Aún no sé si mi bitácora sobreviva. Yo, lo intentaré. Lo que Santos no imagina, es que sus fotos se volverán el más digno testigo de este periodo. Sus fotos y este búnker, serán la caprichosa huella de una guerra, que como todas las guerras, deja a su paso destrucción. Esperamos, que las generaciones futuras, aprendan algo de esta lección.
De estas paredes salen episodios como los del metro, Mundo Recorrido, estación fantasma, con matices de lo que la humanidad ha sobrevivido. Existe otro búnker, cuyo acceso está cerrado al público en el parque de El Retiro, a la altura de la salida al metro Ibiza. Es fácil incluso reconocerlo en la caricatura con la que Mingote representa dicho parque.