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¡Tierra a la vista! El mar de Madrid visto desde el faro de Moncloa

Ubicado en Moncloa, un faro metálico a modo de gran vigía, contempla el orden constante de vehículos de metal, que, a modo de peces artificiales recorren los ríos de concreto llamados vías.

Con un diseño geométrico futurista, un mirador con forma de nave espacial descansa sobre un poste robusto. Recorriendo verticalmente 92 metros en un ascensor en aproximadamente 40 segundos, llegamos al amplio espacio que permite tener una vista panorámica de 360º. Los ojos no son suficientes para atrapar todo el panorama por completo. Por ello, seccionamos el paisaje como si se tratara de un mapa vivo que nos permite identificar los edificios emblemáticos de una silueta urbana definida. Al lado opuesto, la Sierra se vuelve una prueba más complicada de identificar para aquellos que no estamos tan familiarizados con ella.

Aunque la estancia en este mirador está cronometrada, uno puede tomarse su tiempo para elegir el detalle que más le guste. Hay quienes eligen la Sierra, seguramente por el recuerdo de algún paseo o alguna ruta de senderismo, hay quienes intentan adivinar dónde queda su barrio, quizá ya más ambiciosamente, hasta su casa.

Desde la altura, la ciudad se vuelve una maqueta activa, los aviones la recorren, los coches como hormiguitas siguen rutas, y las que desde a pie de calle son grandes esculturas que decoran grandes edificios, se vuelven figuritas, eso sí, bien definidas.

Uno elige qué parte es el principio y qué parte el final, y definitivamente nada está escrito o definido. El paisaje es un círculo que nunca termina. Es una vista poderosa, en la que parece estar al alcance de nuestra mano cualquier monumento: las Torres kio, la Torre del Edificio Colón, La Almudena.

Es una silueta urbana que conquista el corazón, lo embelesa. Será el encanto de los paisajes a los que no estamos acostumbrados.

Ver como si voláramos alto, muy alto. Esta vez no miramos hacia arriba, sino para abajo. Es un modo de cambiar el punto de vista.

Existe una parte del mirador que es como una estructura de metal de un pasillo con pasamanos a ambos lados, que seguramente será un paseo para valientes que no teman a las alturas ni al viento que con certeza hará mella. Es importante mencionar que el estar protegidos en esta burbuja que permite observar desde lo alto, nos hace sentir seguros, e incluso olvidar la altura a la que estamos.

Es un recorrido que ofrece una abstracción del modo convencional de ver una ciudad. Todo en un mismo plano. Mover los ojos de un edificio identificado a otro, nos lleva a recorrer aquel espacio en segundos. Jugar a identificar sus rincones es un entretenimiento inesperado. A la vieja usanza, por contemplación uno podría dejar de preocuparse por el tiempo e intentar reproducirlo.

El tiempo se acaba y hay que esperar el turno de viajar en vertical de nuevo a la línea de tierra. Mientras llega, uno da el último vistazo a aquel paisaje que tan sencillo se vuelve sorprendente. El mar de concreto, se dibuja hasta el horizonte. Hoy es un día soleado. Pero es casi seguro, que incluso con lluvia, este paisaje es un espectáculo. Un lienzo vivo. Una maqueta perfecta, que equilibra los modernistas edificios con la naturaleza desnuda. La tecnología de un faro con la sencillez de un paisaje. Horizontal y vertical.

¡Tierra a la vista! Naveguemos en el mar de esta ciudad e intentemos dejar en nuestra memoria la vista donde todos los sitios eran el horizonte.

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