Visitamos los molinos de Tembleque, El Romeral y Mota del Cuervo. Maravillosos gigantes.
El 16 de enero de 1605, fue publicado por primera vez El Quijote. Hoy, con algunos años en su lomo, su vigencia y coherencia siguen coleccionando años, y con ello, sigue manteniéndose como el libro universalmente reconocido por la sabiduría que encierra y la lucha contra la injusticia. Verdades tan aplicables en nuestros días. Quién diría que aquellas palabras nunca envejecerían.
Abrimos el libro: El olor de sus páginas llena tus sentidos. Huele a tiempo. Ves años. Saboreas el pasado, escuchas el presente y tocas el futuro.
Capítulo primero. Los paisajes de la sabiduría
“En algún lugar de la Mancha, …” fuimos en búsqueda de los molinos. Aquellos paisajes metafóricos que nunca solitarios resisten y aprovechan el viento. Sus protagonistas, bailan con él las melodías rítmicas que sus aspas a modo de brazos atrapan.
Y ahí, como guerreros, esperan la batalla. La batalla del baile. Con su rústico atavío simbolizan ese pasado, que, algunas veces coinciden en la perspectiva del horizonte con los más modernos. Y no se envidian, ni pelean los bailes. El viento se vuelve como el sol: para todos. Verdades filosóficas rondan estos gigantes que sin trasladarse, se mueven.
Generalmente en las partes más altas de los valles, es fácil reconocerlos. Intentar acercarse a ellos, es retar al viento, y aquello que no se ve se vuelve tangible. Eliminar la distancia te hace comprobar su dimensión. Aquellos que veías a lo lejos como una postal, se vuelven muralla, gigante y guerrero. Se vuelven filtros de sabiduría sencilla que con elementos básicos te enseñan lo simple de la vida. El viento, como un elemento peligroso por su fuerza, se vuelve cómplice y se ejemplifica el trabajo en equipo. La armonía de las piezas. La vida es así, ¿cierto? Cada uno es importante porque es parte importante de un todo.
Los campos, se aran para recibir a la semilla que nos regalará el fruto. El fruto se recolecta para procesarlo en el molino. El molino necesita del viento para moler la semilla. Y el fruto satisface al hombre al que le es devuelto como un producto nuevo. Traslademos este pensamiento a nuestra vida. Todos somos importantes, a modo de los engranes o las partes de un molino. Necesitamos la semilla para tener algo que moler, cuidemos la tierra para que siempre la tengamos. Nos ayudamos del viento para que las aspas giren, aprovechemos los elementos naturales sin abusar de ellos. Agradezcamos nuestro producto nuevo, con el que podremos obtener más benefactores.
Así, encontramos que las metáforas de estas postales son la vida misma, son realidad. Es fácil entender entonces a Cervantes, observando estos y traduciéndolos con su pluma. Describiendo aquellos valles, aquellos gigantes, aquella justicia, que aún hoy, nos pilla tan cerca.
Capítulo segundo. Los pinceles de La Mancha
Pero ¿qué sería de este texto sin considerar realmente al tiempo? ¿Cuál es el color del pasado? ¿Cuál el del presente? ¿Cuál el del futuro? Y nuevamente aquello de “En algún lugar de la Mancha…” encontramos la paleta de colores que describe cada tonalidad. Descubrimos que el pigmento sigue siendo en su esencia el mismo. El sol ilumina y colorea los cielos con los perfiles de la esperanza del mañana. Ayer seguramente estos gigantes lo habrán despedido con sus aspas quietas, como pinceles de tinta saturados, igual que hoy.
Poder disfrutar de un amanecer, un atardecer o la noche misma, con estas postales, regala el sinónimo de la posibilidad, de la oportunidad. De lo hermoso que es la vida dejándola fluir, sin obligar que la luz caiga en un determinado punto, sino escuchando otro principio importante de la maravillosa obra: la libertad. Jugaremos con la semántica, manchemos nuestro lienzo, volvámonos locos, vivamos como tales para morir cuerdos.
Como esos cielos, la libertad se vuelve exquisito tono en la paleta de la vida. Y nuevamente nos alecciona ese texto con alusiones que nos recuerdan aquel pigmento imprescindible en cada una de nuestra pinturas: libertad.
Capítulo tercero. El latido de las aspas de los molinos
El viento sopla con la fuerza suficiente para impulsar pesadas aspas que traducen la energía en maquinaria de molienda. Las aspas giran rítmicamente, tanto, que simulan el latido de un corazón. Un corazón que simplemente está bien nutrido. Y entonces vemos la fragilidad de los gigantes. Su entraña más interna. Qué hermosa metáfora con nuestra vida. ¿Qué tan nutrido tenemos nuestro corazón? ¿Llevamos en él a nuestros fieles escuderos? ¿Guardamos sitio para nuestras Dulcineas? Llevar bien alimentado nuestro corazón, significa escuchar a los que nos acompañan en nuestro camino. Caminar con ellos no por ellos. Hablo de Sanchos y Dulcineas, porque probablemente conozcamos a más de uno, aunque no siempre los reconozcamos. Pero en el corazón hay sitio como en las mejores bibliotecas para todos aquellos libros que nos dejan huella. Que algo nos enseñan. No somos eternos, ni invencibles, ni gigantes de molienda, sí guerreros, sí bailarines, sí vulnerables y sí vivos. En nuestra maleta, aquel órgano que bombea la vida por nuestro cuerpo, guardamos la amistad y el amor. ¿Qué más equipaje se necesita para viajar esta vida? Importante equipaje, que sabiamente nos recuerda Cervantes: “El amor nunca hizo ningún cobarde”.
“En algún lugar de la Mancha..”, esta vez, en Mundo Recorrido nos referimos a Tembleque, El Romeral y Mota del Cuervo, por sus maravillosos gigantes. Y prometemos dedicar un especial a cada uno, porque son pueblos con mucho encanto y rincones que destacar. También mencionaremos la calle Justiniano, en Madrid, que rindió tributo a Cervantes, vistiendo sus fachadas con frases del maravilloso Quijote.