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Malasaña, el barrio inventado

En realidad el barrio de Malasaña, no existe como tal.

Geográficamente, o al menos en los mapas de Madrid, encontrarás el barrio Universidad, donde está la calle de Malasaña, pero no el barrio de Malasaña.

Sin embargo, Malasaña ha tomado la fuerza suficiente para identificar o “acordonar” unas calles circundantes a la homónima creando una zona. Dentro de ésta, se desarrollan muchos de los sitios más modernos o que disputan por posicionarse entre los favoritos del público de vanguardias.




Pero la zona de Malasaña tiene toda una carga histórica que le brinda aún más encanto que las tiendas o restaurantes exclusivos que aquí encontrarás.  Abundante en calles con nombres interesantes, como por ejemplo la Calle del Pez, cuenta una leyenda con una anécdota en la que el protagonista es ese animal; Calle de la Madera, llamada así por ser el sitio donde se almacenaba la madera cortada para la construcción de las fincas de la villa; Calle del Barco, lleva este nombre porque cuando se edificaba sobre su terreno los cimientos para un convento, asimilaba la construcción de un barco, uno donde irían “monjas y frailes”; Calle de la Ballesta, donde antiguamente se encontraba un campo de tiro de dicha arma; Calle de la Cruz Verde, por encontrarse en ella la Cruz , de ese color donde la Inquisición realizaba sus castigos públicos. Recomendamos que si paseas por la zona de Malasaña fijes tu atención en los nombres de sus calles, incluso, toparás con la calle homónima, pues esta zona también ha hecho sitio para homenajear a los caídos en la batalla del Dos de Mayo de 1808. Manuela Malasaña por ejemplo, de quien toma su nombre esta zona y en torno a quien gira toda una leyenda de heroísmo nacional, por ser una joven bordadora que murió a manos de las tropas enemigas. O la calle Velarde, que recuerda a Don Pedro Velarde, Capitán de la defensa de la mencionada batalla, caído en la zona. Esta zona es un espacio que mezcla perfectamente conventos, capillas, teatros y monumentos, con museos, tiendas, restaurantes, bares o comercios que conjugan pasado y futuro simultáneamente, aparcando en un presente que juega con lo vintage. Así, encontrarás curiosidades como el maniquí antiguo de un niño que siempre viste a la moda y se caracteriza por estar comiendo una barra de chocolate derretida en su boca y presidir el escaparate de una antigua tienda de ropa infantil en la Calle Pez.

Como parte de la cultura madrileña, la zona de Malasaña no queda nula en cuanto a bares se refiere, y podrás encontrar listados inmensos clasificados por gustos, tipos de cerveza (ya que ahora están muy de moda los locales especializados en cerveza artesanal), estilo de decoración, precios o popularidad.  Sin embargo, si eres un amante de la sencillez y la cerveza de toda la vida, “las cañitas” o el aperitivo, no puedes dejar de explorar esta zona. Uno de los sitios que se ha vuelto emblemático es el Bar el Palentino, ubicado en la Calle del Pez. Negocio familiar y bar de antaño de toda la vida cuyo encanto estriba en eso: papeleras sujetas por elásticos, paredes de espejo quizá para dar sensación de mayor espacio, barra sencilla siempre atenta al vaso vacío, tapita de patatas fritas o aceitunas, y si el hambre aprieta más, hay una pequeña carta para saciar el hambre, con bocadillos preparados en una parrilla inmediata a la barra, y que por los efectos de los espejos, queda a vista pública. Una pantalla de televisión muda, acompaña el avispero de los murmullos de las charlas de la clientela que llega a petar el sitio, y  toma voz cuando hay fútbol. Es un bar que se ha vuelto un ícono de la zona, e incluso ha sido la locación de un largometraje recientemente rodado y lo fue de un videoclip musical.

Un par de calles más arriba, en la Calle Ballesta, encontrarás escondido a modo de bar clandestino el Bar Pub Prada. Al pasar su puerta sentirás que has viajado en el tiempo, pues con una decoración tal y como en su apertura hace más de diez años, te recibe para disfrutar de una caña, un vermut, un mini o una copa. Un billar reina en el salón, a pesar de la rotura de su tela de lana, sus troneras pacientes y los tacos alineados en la pared están listos para una partida. Si prefieres los dardos, este es tu sitio. Se realizan torneos, y además amenizan las reuniones, pues aunque no seas diestro en estos juegos, te aseguras pasar un buen rato con amigos, o simplemente viendo jugar a otros. Regentado por Don Julio, “Julito”, para los clientes, siempre te atenderá con una elegancia y sonrisa, que te harán sentir en casa.




En sus paredes el verde antiguo envuelve el ambiente de antaño, con unas lámparas de pantalla gastada, que delatan su paso del tiempo por la potencia de las bombillas que han dejado su huella, y provocan la iluminación tenue, perfecta para disfrutar de la complicidad, de la compañía y de una pausa de tanta prisa actual. Este es un sitio especial porque parece haber detenido el tiempo y le hace frente a la competencia de la zona con un arma sencilla: su autenticidad temporal. Es un sitio que no tiene que aparentar su edad, sino que la luce con orgullo. Un verdadero refugio para unas cañas tranquilas, donde te aseguramos que el tiempo, sólo parece detenerse, porque en realidad aquí pasa volando, de tan cómodo que te encuentras.

Otro par de calles más para arriba en la Calle Barco, está el Café de la Luz, un sitio donde podrás desayunar con la tranquilidad de buena música y buen servicio. Con un trato muy cercano, este sitio te brinda un espacio muy acogedor, donde la luz, juega su papel, al presentarte un Café que está en armonía con las horas del día, pues a cualquier hora puede ser el sitio idóneo para pasar un rato, con amigos o solo. Su decoración cálida y moderna, con un estilo desenfadado, te hace sentir en una casa. Sofás cómodos, sillas de diseño, o taburetes en la barra, aquí encontrarás un sitio para ti.

Girando unas calles, encontrarás un bar especial que también tiene un horario especial, pues sólo abre sus puertas como tal jueves, viernes y sábado noches: Kike Keller. Este bar tiene la característica camaleónica de cambiar constantemente. Si alguna vez has ido, la siguiente vez que vayas, no será igual. Esto es porque el bar tiene su mobiliario a la venta. Con diseños de metal, madera o piel, puedes encontrar piezas realmente bellas y útiles, y lo mejor de ello, es que puedes comprobar su comodidad además de utilidad al disfrutar simultáneamente de una buena copa. Con un servicio muy especial, una plantilla de chicos cuyo uniforme es una falda tableada que a nadie deja indiferente, el sitio tiene buena música, excelente servicio y un ambiente museístico para disfrutar un rato alimentando también al espíritu artístico que seguro, todos tenemos dentro.

Esta zona, constantemente en cambio aún, persigue una vida cercana y algunos de sus comercios intentan mantener esa constante inventándose como el barrio que quiere ser: el barrio de Malasaña.

Si quieres saber más sobre leyendas o historia del nombre de sus calles recomendamos el libro: “Las calles de Madrid”, de Pedro de Répide, Editorial Afrodisio Aguado.

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