Tarragona es una ciudad misteriosa, enigmática y discreta. Parece aguardar la llegada de sus visitantes pasiva, para irse revelando magna, sorprendente e interesante.
Caminar la ciudad te permite encontrar elementos arquitectónicos de una ciudad romana antigua que se mantienen dentro de una urbe contemporánea. Columnas jónicas o dóricas, aún se sostienen cuatripartitas y vigilantes. Los paseos que las cuidan fueron diseñados con mosaicos de piedra duotono que crean hermosos caminos a modo de senderos dibujados con flores o motivos naturales.
Es común encontrar el tiempo detenido en sus fincas, con buzones durmiendo a la espera de alguna carta, o los timbres de antaño especificando cada planta en catalán.
Su casco antiguo, flanqueado por una imponente muralla te permite el acceso por puertas en arco. Como constante en sus construcciones, identificarás este elemento distintivo: portales en arco, de madera generalmente, para grandes muros de piedra clara. Sus calles, a modo de cuento, se disipan lineales, perfectas, con una estrechez aireada, que permite su recorrido sin perder el detalle de las casas que nos observan.
Al toparse con su catedral, sientes que has topado con un libro de Historia del Arte. Una fachada gótica, brillante, con una geometría perfeccionista, te quita el aliento e inclusive sorprenderá al más escéptico. Es imponente y esta sensación aumenta al visualizarla desde la escalinata que está frente a ella, que ni siquiera por la perspectiva la resta dimensión. Sus gárgolas reciben al sol con la misma calidad de toda la construcción, con ese regalo para quienes la observamos con mil detalles curiosos.
Los naranjos hacen su guardia en la contra fachada y laterales de la catedral, dando ese punto místico y de cierta manera religioso que siempre se incluye en muchas construcciones religiosas.
Cuando se necesita hacer una parada técnica para comer y descansar un poco, es fácil de encontrar sitios que se adaptan a cualquier bolsillo y ofrecen propuestas de calidad. Aunque hay que regirse por horarios porque la hora de la comida termina como en la mayoría de lugares aproximadamente entre las 16.00 y las 17.00 horas.
Una vez que se ha recargado la batería, recomendamos abrir bien los ojos para analizar el casco antiguo pues guarda secretos muy interesantes. Es una de las ciudades con más ejemplos “vivos” de una antigua ciudad romana antigua. Incluso en algunas de sus edificaciones actualmente usadas como museo, podrás encontrar una representación de Rómulo y Remo siendo amamantados por una loba, como una donación de la diputación de Turismo de Tarragona para homenajear la cuna de la ciudad.
Caminando, que es el mejor modo de recorrer para conocer, podemos encontrar los vestigios de un acueducto. Como protagonista solitario, quedan pocos arcos de su estructura, pero nos permite imaginar su dirección, y aunque nunca acertaremos en su verdadera dimensión, no para de sorprender lo sabio de estas construcciones, que se siguen manteniendo resistentes al tiempo.
Puedes visitar el parque del El milagro, que tiene un tierno homenaje a la niñez y desde el cual se puede contemplar el anfiteatro y el mar, ya que su ubicación, por su inclinación goza de una panorámica privilegiada.
Como claro ejemplo de la ciudad romana que en su tiempo fue, esta ciudad tiene un teatro que aún puede contemplarse perfectamente, donde se llevaban a cabo representaciones o espectáculos, y también se consideraba una arena de gladiadores con toda una estructura de túneles subterráneos que conducían al público, a los altos mandatarios, así como a las bestias y a los mismos gladiadores, al recinto. Aunque no se conserva en su totalidad, los indicios que quedan son claros y suficientes para que podamos construir la historia espacialmente de cómo se desarrollaban aquellos eventos, inclusive narran la existencia de una especia de circuito donde se realizaban carreras. Así que hablamos de toda una infraestructura colosal, de una ciudad, que ahora sobrevive para desatar nuestra imaginación.
Uno de las características más destacables de este teatro arena, es su cercanía con el mar. De telón, se descubre al gigante azul, adornando ese conjunto de piedra antigua, callada, que tiene la maravillosa y envidiable acústica de muchos sitios que actualmente son destinados para ello y no lo consiguen. Se puede acceder a él, recorrerlo y probar el detalle de la acústica, pues los sonidos parecen viajar nítidos y limpios dentro de este espacio, manteniendo el oleaje del mar aislado.
Pasando este magno tesoro arquitectónico, descubrirás una boca de playa exquisita y que nada pide a otras playas. Arena clara con aguas que se diluyen de un azul intenso en el horizonte a un turquesa espumoso en sus orillas. Con suave oleaje, te brinda un remanso para tomar un baño de sol y si te animas también de sal. No en vano llamada la playa de “El milagro” forma parte de su bien ganado epíteto “la Costa de Oro”.
Existe también un paseo marítimo que te lleva a la parte más nueva de la ciudad, donde también encontrarás el puerto donde esperan los barcos para sus odiseas marítimas, en su mayoría de ocio.
Cuando encuentras los restos de la muralla que protegió a la ciudad antiguamente, imaginas la proeza de su construcción. Aún hoy, estas gigantes paredes miran los atardeceres y el paso del tiempo, con la seguridad de que protegen la ciudad para la que fueron levantadas. Sus piedras adquieren el tono del sol dorado del atardecer y parecen armonizar con el paisaje para dar la bienvenida a la noche.
Ya de noche, la ciudad se enciende más en temporadas vacacionales, pero nunca carece de ambiente. Así que puedes disfrutar de un buen rato con buena música en bares con un toque intimista y bohemio. Es muy agradable también hacer un recorrido para conocerlos tomando el aperitivo.
Y la fusión de esta ciudad se hace evidente con la parte más reciente de la urbe donde vemos las construcciones más modernistas coexistiendo con algunas fincas antiguas y acompañadas por monumentos o fuentes que crean toda una oda al tiempo. Es muy común que encuentres tiendas de almoneda donde si eres amante de las antigüedades, te recrearás con objetos inimaginables y maravillosos. Desde dedales o imperdibles hasta maniquíes que en su época mostraban los vestidos de moda, estas tiendas guardan tiempo en su interior.
Una de las tradiciones más emblemáticas de la zona, es la de los “castellers”, que simbolizan la unión que permite “edificar”. Todos juntos nos ayudamos y juntos lograremos llegar “más alto”. Y aquí encontramos un monumento que describe a la perfección la estructura de equilibrio, fuerza y unidad.
Así, como si de un viaje a una ciudad antigua romana se tratara, descubrimos y exploramos Tarragona como un reino lleno de cuadros del pasado, del presente y de un futuro claro y humano que fusiona tradición y unidad.
Y para finalizar, queremos dejar a modo de recomendación una amplia lista de lugares para hospedarse en Tarragona capital.